Como no, volvemos a estar en un Shinkansen camino a Tokio (en estos momentos viendo desde la ventana el monte Fuji nevado), después de pasarnos cinco días en Kioto. Para que os hagáis una idea de la velocidad, en 2 horas hace 523 kilómetros con 4 paradas (aparte del destino final). En el artículo anterior hemos puesto un vídeo de la nevada. pues esta mañana los tejados estaban nevados, dando una estampa realmente curiosa a los templos. Pero centremonos en lo vivido estos días.
Al día siguiente de visitar Nara, fuimos a recorrer el este de Kioto. A efectos prácticos se trataban de dos rutas, sumando un total de 10 kilómetros aproximadamente. La empezamos por la parte superior, visitando el Ginkakuji, el pabellón plateado. En realidad es un edificio rectangular de dos plantas (que por cierto, nunca ha llegado a tener el recubrimiento plateado) a la orilla de un lago, rodeado de un espectacular jardín (como todos los jardines de estas tierras).
Al salir iniciamos el paseo de los filósofos. Se trata de un camino que resigue un canal dirección sur, bordeado por cerezos. Es un camino precioso y además muy tranquilo (aún siendo sábado), con casitas tradicionales, bosque y algún templo a sus lados. El camino termina a la altura del templo Nanzenji, el cual solo vimos en su parte gratuita (la gran mayoría de templos tienen una zona gratuita y otra de pago).
Al acabar, y después de dar algunos tumbos por una urbanización, acabamos llegando al Heian-jingu, un templo inmenso con un patio de piedra blanca (quizá a alguien le suene del reportaje de Callejeros en Kioto). Además (como no) tenía un espectacular jardín que daba toda la vuelta al recinto. Incluso, como vemos en la foto, tenía las míticas zamburguesas de humor amarillo...para mi desgracia, DaDy las pasó sin problemas.
Hasta aquí podría considerarse la primera ruta del día, que nos ocupó más o menos 4 horas. Pero aún quedaban cosas por ver, así que fuimos hacía el sur hasta llegar al templo Chion-in. Es un recinto amurallado, que más parece una fortaleza que un templo cuando llegas. Por desgracia esta en una completa rehabilitación, por lo que solo pudimos pasear por su patio y pasear por algunas pasarelas de madera (en las que por cierto, había que descalzarse, como en todos los templos japoneses).
Después de una merecida comida, nos fuimos más al sur hasta el templo Kiyomizudera. Se trata de un templo en la ladera de una montaña, desde el que hay unas impresionantes vistas de la ciudad. Para subir había que ascender por unas calles llenas de tiendas y restaurantes, que se encontraban a rebentar de japoneses. De hecho, todo el templo estaba hasta los topes, aunque la verdad es que se lo valía. Lo curioso es que mucha gente iba con el traje tradicional, como estas simpáticas niñas.
Por último paseamos por la calle de Pontocho, llena de restaurantes y casas maigo. Aquí es donde residen las geishas, aunque no vimos ninguna (únicamente una japonesa disfrazada de geisha para hacerse la foto en un estudio). Una pena, a ver si lo conseguimso en el siguiente viaje. Como el cuerpo ya no aguantaba más, nos fuimos al ryokan, donde (esta vez si) nos metimos en el ofuro a relajarnos. El agua estaba muy caliente, pero humanamente aceptable.
Al despertar la siguiente mañana,fuimos a Himeji. Aquí se encuentra el que se considera el más bello castillo de Japón, patrimonio de la humanidad. Se trata de todo un complejo fortificado en perfecto estado, cuya forma actual data del siglo XVII. Al tratarse de un domingo, había una cantidad inhumana de japoneses...suponemos que el hecho que de aquí a 2 semanas lo cierren para rehabilitarlo hizo que aún estibara más lleno. Por suerte no todo eran japos con cámara, algún samurai también había.

El castillo cuenta con varias zonas, separadas por puertas y todo fuertemente fortificado, siempre en camino ascendente. Estaba pensado como laberinto para desorientar las posibles tropas invasoras, y la verdad es que resulta imposible ir en linea recta hacía el edificio principal. Este consta de 6 plantas y toda su estructura es de madera (por lo que había que ir descalzos). Al estar tan lleno de gente, hicimos el recorrido en caravana y no pudimos disfrutarlo del todo, sobretodo de las vistas de la ciudad desde el mirador superior. Por cierto, descender fue una tortura, porque al ir descalzo los empinados escalones de madera (y con borde metálico para más inri) eran muy dolorosos.

Al llegar a Kioto decidimos acercarnos al Fushimiinari-taisha. Se trata de un templo que tiene una camino de puertas tori de unos 2 kilómetros de longitud, expresamente recomendado por Felipe y Natalia, antiguos visitantes de la ciudad. No lo hicimos entero, ya que el templo ya estaba cerrado (eran las 5 de la tarde pasadas) y era en continua ascensión, pero caminamos un buen trecho (que DaDy grabó en video).
En fin, esto es todo por hoy, que Tokio se acerca y cada día me quedan más largos los artículos. En el siguiente toca el norte de Kioto (con su nevada) y la vuelta a Tokio (relato de hotel cápsula incluido, a ver que tal nos va). Para no decepcionaros (aunque no tengo claro si alguien las espera) os dejo fotos de los cerezos.